En primer lugar, hay que entender que se entiende por falo-centrismo. Falocentrismo, como su propio nombre lo dice, es el falo, el órgano “viril” del hombre convirtiéndose en el centro de la sexualidad mediante la presencia fundamental en la función de este elemento.
En una relación existente de hombre-mujer, esta encierra su
energía erótica en sí misma. Y ella (mujer) aprende a interactuar, sentir, y
experimentar una experiencia sexual bajo la presencia fundamental del órgano
viril, con o sin la presencia vital de este; es decir con un hombre real o
bien, con un artilugio y/o juguete penetrativo, como lo son los consoladores,
etc.
Por lo tanto, empieza una subliminal desvalorización del
cuerpo de la mujer, su amplia creatividad sexual orgásmica y sus múltiples
formas de tener una saludable y gozosa experiencia erótica.
Es así como, esta forma exclusiva (de exclusión) de género,
se mantiene en una sociedad jerárquica con preestablecidos patrones que
inhabilitan un uso rico y satisfactorio del ser femenino. No sorprende
entonces, del porque la ambigua costumbre de ver al hombre encima de la mujer
en pleno coito, muestra indispensable de la aceptación de lo que debe ser una
relación sexual –sin contar si este es o no erótico, bien podría ser sexo, nada
más-
Esta forma de intercambio sexual limitado se adjudica y
vincula al patriarcado, que en el recorrido de la historia ha sido una de las
principales razones del sometimiento de la mujer por el dominio del hombre, en
una sociedad con privilegios y abstinencias de parte de otro extremo. Reconociendo
que antiguamente la “mujer liberada” era mal vista, porque “comúnmente” lo relacionaban con mujer
de “mala vida”, en otras palabas, de puta. En cambio, la mujer-paradigma debía
der la consentidora del hombre y brindarle satisfacción según la voluntad
parcial; en donde – y esto hasta hoy, por la gloriosa costumbre- la cópula
termina cuando el hombre ha terminado de eyacular, y la mujer por costumbre – y
los medios que lo apoyan- queda con la
satisfacción a medias o a nadas ¿o no? Muy pocas veces, se es consciente del
sentido inclusivo, pleno y realmente erótico de una relación sexual entre el
hombre y la mujer. Porque incluso, no siendo consciente con ello, mediante las
experiencias visuales u oídas, hacemos ejecución nuevamente a la normalidad
poco creativa y limitada.
Sin haber desarrollado un sistema erógeno practico, además de
desvaluar su propio cuerpo al conceder el placer singular ajeno, que, además, incrementa
las perpetuas cadenas del patriarcado; hay muchas mujeres que emplean el útero
sólo a la hora de dar a luz o parir, en otras ocasiones, el útero no es más que
un allanamiento de refugio donde el pene hará su vaivenesco baile. El útero se
conserva rígido, insípido y poco juguetón… poco creativo.
Nuestro enorme potencial sexual ha sido por mucho tiempo
coartado por el tipo de cultura falocentrista. Si a alguien le preguntas que
entiende por sexualidad, lo más seguro es que, muchas personas hagan referencia
al coito, haciendo alusión voluntaria o involuntariamente a la sexualidad
girada básicamente en torno al falo.
Todos los orgasmo, independientemente del factor que los
origine, externo o interno, tienen origen adentro, en el útero. Esto explica, quizá, el simbolismo de las
sirenas, o también conocidas como mujeres pez, que antiguamente representaban
la sexualidad no-falocentrica. Ya que las sirenas no podían tener relaciones
coitales con varones, y que a lo mejor, sentían mucho placer interno, además de
nadar y bailar la danza del vientre.
Como vemos la sexualidad de la mujer, no es uniforme, ni tiene escasas formas establecidas de placer. Sino es creativa, es multiorgásmica, y abierta. Es necesario tomar consciencia del tipo de sexualidad que llevamos; si esta también te incluye –tanto mujeres como hombres- debemos como derecho, hacernos participes del placer compartido, y que la relación sea equilibrada, justa y complaciente, rompiendo los moldes que defienden una posición determinada en una sociedad con residuos androcentristas. Por ello, hace falta abrir no solamente las piernas del cuerpo, sino también las piernas de la mente.
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