domingo, diciembre 04, 2011

El falocentrismo, ¿una necesidad orgásmica?





En primer lugar, hay que entender que se entiende por falo-centrismo. Falocentrismo, como su propio nombre lo dice, es el falo, el órgano “viril” del hombre convirtiéndose en  el centro de la sexualidad mediante la presencia fundamental en la función de este elemento.
En una relación existente de hombre-mujer, esta encierra su energía erótica en sí misma. Y ella (mujer) aprende a interactuar, sentir, y experimentar una experiencia sexual bajo la presencia fundamental del órgano viril, con o sin la presencia vital de este; es decir con un hombre real o bien, con un artilugio y/o juguete penetrativo, como lo son los consoladores, etc. 

Por lo tanto, empieza una subliminal desvalorización del cuerpo de la mujer, su amplia creatividad sexual orgásmica y sus múltiples formas de tener una saludable y gozosa experiencia erótica. 
Es así como, esta forma exclusiva (de exclusión) de género, se mantiene en una sociedad jerárquica con preestablecidos patrones que inhabilitan un uso rico y satisfactorio del ser femenino. No sorprende entonces, del porque la ambigua costumbre de ver al hombre encima de la mujer en pleno coito, muestra indispensable de la aceptación de lo que debe ser una relación sexual –sin contar si este es o no erótico, bien podría ser sexo, nada más-

Esta forma de intercambio sexual limitado se adjudica y vincula al patriarcado, que en el recorrido de la historia ha sido una de las principales razones del sometimiento de la mujer por el dominio del hombre, en una sociedad con privilegios y abstinencias de parte de otro extremo. Reconociendo que antiguamente la “mujer liberada” era mal vista,  porque “comúnmente” lo relacionaban con mujer de “mala vida”, en otras palabas, de puta. En cambio, la mujer-paradigma debía der la consentidora del hombre y brindarle satisfacción según la voluntad parcial; en donde – y esto hasta hoy, por la gloriosa costumbre- la cópula termina cuando el hombre ha terminado de eyacular, y la mujer por costumbre – y los medios que lo  apoyan- queda con la satisfacción a medias o a nadas ¿o no? Muy pocas veces, se es consciente del sentido inclusivo, pleno y realmente erótico de una relación sexual entre el hombre y la mujer. Porque incluso, no siendo consciente con ello, mediante las experiencias visuales u oídas, hacemos ejecución nuevamente a la normalidad poco creativa y limitada.

Sin haber desarrollado un sistema erógeno practico, además de desvaluar su propio cuerpo al conceder el placer singular ajeno, que, además, incrementa las perpetuas cadenas del patriarcado; hay muchas mujeres que emplean el útero sólo a la hora de dar a luz o parir, en otras ocasiones, el útero no es más que un allanamiento de refugio donde el pene hará su vaivenesco baile. El útero se conserva rígido, insípido y poco juguetón… poco creativo.

Nuestro enorme potencial sexual ha sido por mucho tiempo coartado por el tipo de cultura falocentrista. Si a alguien le preguntas que entiende por sexualidad, lo más seguro es que, muchas personas hagan referencia al coito, haciendo alusión voluntaria o involuntariamente a la sexualidad girada básicamente en torno al falo.
Todos los orgasmo, independientemente del factor que los origine, externo o interno, tienen origen adentro, en el útero.  Esto explica, quizá, el simbolismo de las sirenas, o también conocidas como mujeres pez, que antiguamente representaban la sexualidad no-falocentrica. Ya que las sirenas no podían tener relaciones coitales con varones, y que a lo mejor, sentían mucho placer interno, además de nadar y bailar la danza del vientre.


Como vemos la sexualidad de la mujer, no es uniforme, ni tiene escasas formas establecidas de placer. Sino  es creativa, es multiorgásmica, y abierta. Es necesario tomar consciencia del tipo de sexualidad que llevamos; si esta también te incluye –tanto mujeres como hombres- debemos como derecho, hacernos participes del placer compartido, y que la relación sea equilibrada, justa y complaciente, rompiendo los moldes que defienden una posición determinada en una sociedad con residuos androcentristas. Por ello, hace falta abrir no solamente las piernas del cuerpo, sino también las piernas de la mente.



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